La indiferencia de algunos, el desprecio de otros, son los que los indigentes sienten cuando los ciudadanos pasan por las calles del Centro deLima.
La desordenada, heterogénea, y bulliciosas personas que pasean y trabajan por Jirón de la Unión empiezan a desaparecer; son las 11:30 de la noche y solo quedan algunos ambulantes tratando de vender lo que no pudieron en la mañana. Las calles van guardando silencio, el cartón del olvido empieza a ser útil para las personas que no tienen un colchón donde recostarse para dormir. La cobija y una buena almohada son lejanas ante el frío y el temor que invade su alma y destino inseguro e incierto.
Recordar el pasado grato de Luis (74), no basta para cambiar su presente, todas las noches estira su cartón para venir a dormir en las afueras de la Tienda Comercial de Oeshle, pasando cada noche con temor de que algún día le pase algo.
Hace un mes que no toma una ducha refrescante, ni pisa su casa por una discusión grave que no quiso entrar en detalles, se fue con lo que tenía puesto.
“Cuando era joven nunca pensé que iba ha parar en las calles, tomaba, me iba a fiestas y me divertía con mujeres”, azuzó con la voz entrecortada Luis, lo más frustrante para él, es no tener a una compañera con quién compartir su vejez. Solo ruega a Dios que le de fortaleza y valor para vencer la adversidades de las madrugadas en las calles.
Lo que Luis tuvo de joven y no lo supo aprovechar, es muy diferente de lo que pasó Jorge (13), un adolescente que lo encontré comiendo piezas de pollo de Mc’Donalds regaladas por personas que se conmovieron de su pobreza.
Su mirada brillosa e inocente de Jorge, se ve marcado por un profundo dolor de su pasado, el frío y la soledad hace que duerma con todos los pirañas en el puente Trujillo del Centro de Lima, siendo obligado a fumar marihuana y terokal.
Aunque es difícil creer que él ya no la consume como me mencionó, no puedo dejar de escuchar que su mamá lo voto de su casa sin dolor alguno, porque lo encontró fumando terokal.
Al preguntar de su madre me contesta afligido de tan solo recordar que su madre lo maltrataba y lo explotaba haciéndolo vender caramelos por las calles; sin obtener dinero alguno, lo que su madre se gastaba en fiestas y tragos.
Jorge tiene 2 hermanos (17) y (1), que no los ve hace varios meses, su único entretenimiento es estar en los videos juegos e internet en compañía de un niño(10). Ambos cuando están aburridos se escabullen entre las puertas de salida del Cineplanet de Real Plaza para disfrutar viendo una película, y en las noches y madrugadas se juntan para defenderse del mundo de las drogas.
Ambas historias es una de las tantas que hay en nuestra ciudad, una verdad ignorada por muchos y cegadas por otros.
Ellos son los que viven en el mundo de las propinas. ¿Hasta cuando seguiremos dando la espalda a nuestros propios hermanos que le faltan lo que a nosotros nos sobra?
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